FRANCISCO CALVO SERRALLER/ A LA LUZ DE LA VIEJA LUNA HECHICERA


FRANCISCO CALVO SERRALLER/ A LA LUZ DE LA VIEJA LUNA HECHICERA

"Old Devil Moon' Galería Antonio Machón  Conde de Xiquena, 8. Madrid  ENE 2004

Los paisajes nocturnos que presenta Ángeles San José en Madrid profundizan en todos los matices de la oscuridad. En sus cuadros las densas tinieblas acogen leves resplandores figurativos. Bajo el manto de esa noche cargada de significados laten los colores al límite de su visibilidad, como flores de ceniza.


Siguiendo las trazas últimas de Ad Reinhardt y Mark Rothko, pero también la densa atmósfera de las negras tintas orientales, la pintora Ángeles San José continúa puliendo su fascinante paisaje nocturno, ese que ahora exhibe bajo la hermosa advocación de -traduzco- la "vieja luna hechicera". Aunque no le falten antecedentes históricos, sobre todo, desde que la pintura naturalista descubrió el rendimiento melodramático del claroscuro, pintar nocturnos no dejó de ser una rareza hasta llegar a nuestra revolucionaria época, que se hunde con pasión en lo insólito y paradójico. Pintora que empezó a destacar a fines de la década de 1980 para encontrar, cada vez mejor, su camino durante la siguiente de 1990, en cuyos últimos años ya se afincó en el trance pictórico de enfrentarse con la imagen oscura, Ángeles San José ha insistido en esa absorbente y huidiza plasmación del negro, donde rebullen todos los colores, pero al límite de su visibilidad, porque el horizonte así se achata entre tinieblas y se convierte en un telón jaspeado de inciertos brillos fugitivos. Todo un desafío.

Pero volver una y otra vez sobre el mismo sortilegio pictórico nunca es en vano, y, en este sentido, la apretada fijación con que San José ha mirado ese parpadeante espacio animado por turbios resplandores y la intensidad de su pugna plástica por lograr enjaretar las extrañas maculaciones cromáticas que pululan por la plana superficie cuando se extinguen las luces, poblando las noches de fulgores temblorosos y formas opacas, ha dado un estimulante fruto, de regusto hondo. El uso de una técnica que mezcla el grafito y el óleo proporciona a las imágenes nocturnas de San José una textura entre lo mineral y lo orgánico, un paisaje que brilla como el carbón, pero también con la sensual suntuosidad de unas flores de ceniza. El blanco y el negro de este jardín, con sus, a veces, cegadores contrastes, pero, otras, con su oceánico rebullir de grises, nos va descubriendo también los azules y violetas cobalto, los sordos destellos del carbunclo y, qué se yo, los mil matices que han convertido la visión nocturna en el pozo sin fondo del color, los colores, los fríos visajes de esa belleza que acecha en la oscuridad para exclusivo regocijo de una vieja luna hechicera y de ese pintor que se planta bajo su manto.